Es de Barcelona y vive en Barcelona pero lleva 50 años fiel socio del Club Nàutic Cambrils. Su abuela era de Cambrils, lugar que conoce desde pequeño. Su pasión es el esquí náutico, deporte que empezó a practicar a los 16 años y que sigue realizándolo a sus 82 años.
¿Cómo comienza su pasión por el esquí náutico?
A los 12 años estaba en la playa de Rifà, en Mont-roig, con unos amigos y vi a un chico con una motora y otro esquiando detrás. Se me caía la baba. “Cómo me gustaría a mí hacer esto”, dije. Cuando tenía 16 años mi amigo, Lluís Ballester, de la Penya del got d’aigua, se compró una lancha motora y me preguntó si quería esquiar. “¡Por supuesto!”. Terminada la carrera universitaria, hice medicina, pedí alférez de complemento en Mallorca. Entonces iba a la Bahía de Palma Nova y esquiaba allí.
Además de enamorarse del esquí náutico en Cambrils, también se enamoró de la que es su esposa.
Sí. Un día estaba paseando con mi amigo Antonio Ortega por el puerto de Cambrils y frente al Gatell vi a la chica más bonita que he visto en mi vida. Ella tenía 15 años y yo 17. Quedé prendado de ella, Emilia. Había nacido en Lleida pero vivía en Reus por el trabajo de su padre y veraneaba en Cambrils. Empezamos a salir y nos casamos con 24 y 26 años.
¿Cuándo compró su primera embarcación?
Un día paseando por la calle Balmes de Barcelona, en una tienda náutica, vi la embarcación Glastron La Raya y me quedé fijado con ella. La compré con mucho sacrificio, con el remolque, y la llevé a Cambrils.
Entró como tránsito en el Club y acabó haciéndose socio.
Recién casado y terminada la carrera no podía hacerme socio porque primero tenía que ganarme la vida para pagar la entrada. Hablé con el dueño de la tienda Trempat, muy ligado al Club Nàutic Cambrils, para decirle que no podía pagar la entrada de 25 pesetas que costaba hacerse socio. Me dejaron que pagara en tres plazos y dejando ya el barco. En octubre de 1973, a los 33 años, pude hacerme socio.
¿Sus hijos también esquían?
Sí. Los puse a todos en el agua desde pequeños. A los tres, Jaime, Jose Maria y Javier. Alguno protestaba pero yo insistí. Mi mujer no esquía. Ella es la rider.
Ha tenido varias embarcaciones.
Yo esquiaba con dos esquís, pero quería esquiar con mono esquí y Glastron no tenía suficiente fuerza, así que la cambié a una más potente. Y desde entonces he tenido varios barcos con los que hemos ido a todos los puertos desde Cap de Creus hasta Cabo de Gata y las islas Baleares. La última fue una mayor, un Azimut, que vendí porque ya soy mayor para realizar grandes recorridos. La vendí el año pasado y me he quedado con una Monterrey, llamada Epsylon, que compré en el 2008.
¿Prefiere esquiar o ir de paseo?
Esquiar. Aún esquío. Y lo haré hasta que tenga fuerza.
¿Qué le aporta el esquí náutico?
Endorfinas. Me da un estado de placer inigualable. Estoy sobre el mar. La fuerza que tienes que tener para hacerlo también te da energía a vivir.
¿Por qué recomendaría el Club Nàutic Cambrils?
Sólo que vayas a una punta del Club y mires hacia atrás y veas lo que es el puerto de Cambrils, ya te queda en el corazón. Y si eres de Cambrils aún más. Es un amor incondicional.
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