Damià Galcerà es de Tarragona, donde nació hace 65 años. Hace casi 8 que es socio del Club Nàutic Cambrils. Los mismos que tiene su hijo, un pequeño Campeón de Catalunya de Optimist B y por el que sus padres están cada día más ligados al CNCB. Viven en Castellvell y a la mínima que pueden, están en el Club.
¿Cómo te iniciaste en la náutica?
Mi padre siempre fue un gran pescador. Siempre iba en barca de amigos a pescar. Cuando terminé la carrera podía dedicarme más a mis padres y nuestra ilusión era salir algún día a pescar con él con nuestro propio barquito. Pero empezó con una diabetes muy cabrona, empezó a perder algo de vista y finalmente nos dejó. Nunca se logró nuestro propósito porque no tuvimos la oportunidad, pero sí quería una embarcación, era mi pequeño homenaje a él.
Al cabo del tiempo reunimos suficiente capital para comprar una motora de siete y medio. La compramos en Calafell y fue muy bueno porque nada más salir de Calafell se averió. Recién comprada tuvimos que llamar a Salvamento Marítimo. Perdía aceite y se gripó. Iba con Eva, mi mujer.
No encontrábamos mecánico que lo arreglara ni la pieza que faltaba. Total, que facturamos la Río y perdimos el verano.
Y llegó el Intrèpid.
Sí, hace diez años. Mirando, encontramos un chollo, una Azimut 39 con la que estamos muy a gusto.
¿Cómo llegaste al Club Nàutic Cambrils?
Porque la embarcación actual la compramos en Cambrils y nos hablaron del Club. No lo conocíamos ni tampoco a nadie. Primero estuvimos de tránsito. Primero era el párking del barco, pero cuando realmente lo hemos descubierto y disfrutado ha sido con el pequeño. La estructura social, el funcionamiento. Incluso quiero probar la pesca. Aún tengo lo de mi padre clavado. Pero el trabajo que tenemos, siendo ambos médicos, te complica tener tiempo libre.
¿No piensas en jubilarte?
No. Estoy en un momento óptimo. Mi mujer, Eva, es más joven que yo, trabajamos juntos, estamos diseñando proyectos nuevos en un sitio muy tranquilo, el Hospital de Amposta. Allí soy el jefe de servicio de traumatología. Estábamos cansados de la dinámica laboral de Reus y nos lanzamos a la aventura.
Eva, tu mujer, comparte contigo la afición por la náutica?
Sí. Incluso antes de conocernos, ella había navegado con el patín catalán. Ahora ya no. Desde que es madre se ha vuelto más protectora. El mar es muy bonito, pero nos ha dado algún susto en estos años. Ahora no sale sola.
¿A Damià, tu hijo, le subisteis pronto al barco?
Sí. Desde pequeño. De hecho, le pusimos una sillita de bebé y ahora tiene modificado el asiento del fly, lleva un cinturón de seguridad. De bebé se quedaba dormido. Él hace Optimist desde el septiembre pasado. Se enganchó con el curso de vela que hizo por primera vez en agosto. No le tiene ningún miedo al mar, es muy atrevido.
¿Cómo llevas el hecho de que sea un pequeño campeón? Ya lleva varios trofeos en menos de un año.
Es un gran sacrificio. Nos gustaría salir, hacer algo de ruta, estás esperando todo el año para sacar el barco y en cambio quiere venir aquí, quiere, hacer esto, pues te sacrificas. Al fin y al cabo, también estás aquí y en el barco.
Y él lo disfruta.
Sí. Tanto que si algún día no se porta como es debido y lo castigamos sin tele, no le afecta, pero si le amenazamos con que se quedará sin entrenar a vela, ¡uf! Es el mayor castigo que le puedes poner. Señal de que se lo pasa pipa.
¿Qué te parece la sección deportiva?
Fenomenal. He visto un apoyo a mi hijo en el tema de la excelente vela. Creo que gran parte de sus triunfos son gracias a sus entrenadoras, en especial a Miriam Oliva, que creyó en él desde el principio. También quiero mencionar a Bea Muro y Lucia Gascón. Todas ellas son excelentes.
¿Estás a gusto en el Club Nàutic Cambrils?
Sí, mucho. Primero porque está junto a casa, vivimos en Castellvell.
Yo incluso me pasaría más horas. No sé si algún día me jubilaré y podré disfrutar del barco como toca, y es la esperanza. Por eso no me compré un velero y me compré una motora. Pero a los 70 años no me veo subiendo velas.
¿Por qué te gusta navegar?
Es la libertad. Yo que estoy todo el día en el teléfono, que me llaman, ahora un problema, ahora otro, cuando estás en el mar, te olvidas. Y si pones al piloto automático aún más. Es una sensación de libertad, con el aire en la cara, que no la tengo en otros lugares.
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