Entrevista a Eduardo Serrano: “Si no arranco el barco cada 15 días, padezco. Los barcos que más averías tienen son los que menos navegan”.

Eduardo Serrano lleva media vida como socio del Club Nàutic Cambrils y en un mes cumple los 80 años. Echa la vista atrás y ve pasar cuatro décadas con pasión, nostalgia y dedicación. De hecho, vive en Tarragona y viene muy a menudo a cuidar de su barco, Victoria, que ya tiene 35 años.

¿De dónde le viene la pasión por la náutica?

En casa todos los hermanos tuvimos afición al mar. Tuve facilidad para navegar en barcos de amigos socios del Club Nàutic de Tarragona, Arenys de Mar, Reial Club Nàutic de Barcelona y Club Marítim de Barcelona. Debía tener unos 16 años cuando entré como socio del Club Nàutic de Tarragona y años más tarde estuve en dos Juntas Directivas como vocal y también como Comodoro.

¿Por qué se decidió a comprar una embarcación?

Siempre había navegado en barcos de amigos. Y di el paso porque me gustaba mucho. La primera embarcación la compré en 1974. Un barco hecho en Inglaterra de 27 pies llamado Martuka y que tuvimos 4 años. Luego me lo cambié por uno de 31 pies llamado Chufas (nombre que sacamos de cómo les llamaban mis padres y hermanos a nuestras tres hijas). Era más cómodo y lo utilizábamos prácticamente como segunda residencia.

¿Cómo llegó el Club Nàutic Cambrils?

Entonces se trabajaba el sábado. Y al mediodía, al acabar, me esperaban Montse y las tres hijas en el barco para pasar el fin de semana en Cambrils. Muchas veces apurábamos el tiempo de vuelta el domingo y volvíamos a Tarragona a las diez o las doce de la noche, demasiado tarde. Entonces pensé que ese segundo barco, como era más habitable, si lo tenía en Cambrils era como si tuviera un apartamento. Entonces teníamos las bicicletas aquí y pasábamos el verano entre Cambrils y Baleares. Ése fue el motivo.

¿Se hizo socio enseguida?

Cuando llegué estaba como presidente Alberto Talayero. Estuve dos años de tránsito mientras se acababan las obras, para después ver a qué precio salían los amarres. Entonces me compré uno y me hice socio. Seguía estando de socio en Tarragona, pero vi que ya no volvería y me di de baja.

Su esposa también es aficionada al mar.

Sí, se aficionó antes de casarnos. Y siempre hemos navegado con nuestras tres hijas. Ellas siguen también con la afición. De hecho, dos de ellas también tienen barco en Cambrils.

¿Cómo ha visto evolucionar al Club?

A mejor siempre. Conozco a Cambrils desde muy pequeño. En los años 50 venía con mi padre algunos jueves por la tarde y lo recuerdo de entonces. Tienes la nostalgia de lo que era antes. Había muy buen ambiente y era un Club más pequeño. Pero ahora el Club está muy bien.

¿Qué hace tan a menudo en el Club?

Vivo en Tarragona, pero es un paseo. Vengo a menudo y hago muchas cosas. Recientemente he hecho reparaciones y mejoras en la instalación de agua fría y caliente. Estar jubilado me permite hacer estas cosas. Lo hago todo yo, incluso barnizo. Es que me gusta. Los oficios me han gustado siempre.

¿Por qué recomendaría el Club Nàutic Cambrils?

Cambrils para mí es, si no es el mejor, es uno de los mejores del litoral catalán. La Costa Brava tiene una temporada corta y un tiempo complicado. En el Maresme todos los puertos quedan descolgados porque estás en el mar y para ir al pueblo tienes que caminar, cruzar la playa, la carretera, la vía. Llegas cansado del sol. En cambio, en Cambrils tienes un puerto de muy buenas condiciones, abrigado del Levante por el Cap de Salou. El Mistral es, a veces, algo incómodo pero hace que el clima de Cambrils no sea húmedo. Y lo tienes todo a pie del Club.

¿Navega todo el año?

Sí. Siempre lo he hecho. Aunque sean 3 o 4 horas y vuelvo. Si no arranco el barco cada 15 días padezco. Los barcos que más averías tienen son los que menos navegan. El motor del Victoria, que ahora tiene 35 años, lo cambié hace tres años. Hice regatas nacionales y en Francia e Italia y las de aquí las hice casi todas. Las regatas las dejé de hacer a los 75 años.

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