Fernando Arnal nació en Zaragoza, donde sigue viviendo después de 76 años. Como muchos otros aragoneses, descubrió Cambrils veraneando de pequeño con la familia y tuvo claro que aquí sería donde navegaría. El año que viene cumplirá 20 años como socio del Club Nàutic Cambrils.
¿Cuando conoció Cambrils?
Tenía unos 12 años. Lo recuerdo de maravilla, estaba muy a gusto y la gente era muy maja. Veníamos a una casita de pescadores alquilada en la plaza del Pósito. Luego yo me fui a la Armada seis años.
Al casarme, seguimos viniendo a Cambrils, al Camping Costa Blanca. Cuando despareció como camping, me enteré que estaba en edificación, y pregunté para comprar. Nos cuadró el tema y nos compramos un apartamento.
¿Su mujer también es de Zaragoza?
No, ella es de un pueblito que se llama Borja, a la falda del Moncayo, pero nos conocimos en Zaragoza.
¿A qué se ha dedicado usted?
Asesor laboral. Hice derecho y graduado social y me tiré por la rama del laboral.
¿Cuál fue su primer contacto con la náutica?
Mi primera inclusión en barco fue cuando me marché a la Marina, que tenía unos 17 años. Fui voluntario a la Armada y estuve seis años. Primero estuve en Cartagena embarcado y hice cursos de especialidad en sónar y después fui a Cádiz. Me salí con un poco de pesadumbre, porque me encantaba.
¿Por qué escogió la Marina?
Fíjate, porque quitando el Ebro… Me dio por navegar. Siempre he querido ser piloto de aviación, pero en el reconocimiento médico me sacaron un defecto en la visión y en aquella época eran muy estrictos con el tema. Ahora ya no. Entonces me fui a probar a la Marina y me encantó.
¿Se compró entonces un barco?
No, aun tardé. Porque estudié la carrera. Pero como veníamos todos los veranos, siempre tenía el gusanillo del barco. Un día hablando con Jordi Pedrell me dijo que se vendía el barco, el Neguit. Me lo dejó unos días para probar, me convenció y me lo quedé, después de sacarme el título de patrón de yate.
¿Y vino al Club Nàutic Cambrils con el barco?
Sí, primero estuve de tránsito. En 2005, al cambiarme de barco, me hice socio.
Ahora tiene el Selene.
Sí. A los tres años me salió la oportunidad de quedármelo. Es un velero de 10 metros. Era de uno de los accionistas de Metrópolis. Yo tenía que hacer unas gestiones con ellos en Madrid y me comentó que le acababa de regalar un velero a su mujer, pero en vez de darle una alegría, le había dado un disgusto, porque ella quería un barco de motor. Le dije que si me lo dejaba a buen precio, se lo compraba, ya que era más amplio que el mío y sería más cómodo para navegar toda la familia.
¿Sus hijos también navegan?
Sí, los cuatro, les encanta. Y tengo ocho nietos, que también navegan. Además, en verano les apuntamos a los cursos de vela del Club.
¿Hacen muchas travesías?
No, todo cerca. Mi mujer tiene miedo, quiere ver tierra. Yo le digo: “¿Qué más te da ahogarte en cinco metros que en cincuenta, si te vas a ahogar igual?”. Ella es de interior. Como mucho a Torredembarra.
¿Por qué le gusta navegar?
Siento una sensación de libertad, de paz, que no he sentido otro tipo de deportes. El placer que siento con la navegación, no lo he sentido nunca.
¿Qué le ha parecido la evolución del Club?
Ha sido un cambio de 180 grados. Un cambio a mejor, a parte de las obras de remodelación.
¿Por qué recomendaría el Club Nàutic Cambrils?
A cualquiera que me pregunte, lo recomiendo a tope. Para empezar, por la gente que trabajáis aquí, que sois una maravilla. Y por la situación, los espacios, la forma de distribución interna.