Javier Bilbao nació en el barrio de Axpe, en Bilbao, hace 70 años. Empezó a navegar muy joven, ya que estudió náutica y se dedicó a la marina mercante. Las casualidades de la vida le trajeron a trabajar a la Central Nuclear de Ascó, y después de muchas mudanzas, acabó en Cambrils, donde por fin ha vuelto a dedicarse a su pasión, navegar.
¿Desde cuándo navegas?
He navegado toda la vida. Yo vengo de familia de marinos. Mi abuelo, mi padre, tíos, todos. Estudié náutica en Bilbao y en A Coruña y mi profesión es marino mercante. Estuve navegando once años. Pero luego me vine para una temporada a trabajar a la Nuclear y me he quedado cuarenta años.
No viniste solo.
Yo estaba en un barco de pasaje. En unos barcos que primero fueron españoles y luego de bandera libia. Los compró el Gobierno de Gadafi y entonces hacíamos rutas por el Mediterráneo, con pasaje de todo tipo. En una convención que hubo en Trípoli de la liga árabe, se necesitaban muchos hoteles porque había mucha gente. Mi barco se quedó como hotel flotante. Allí estaba Pili, mi mujer, que era azafata para una empresa inglesa. Nos conocimos en el barco y ya no nos separamos. Ella también es de Vizcaya, de Mundaka. Entonces tenía 19 años y yo 23.
Conociste a alguien más en aquel barco.
En aquella convención había gente de todo tipo, desde políticos a empresarios. Allí conocí a un chico catalán que ahora vive en Cambrils y es socio del Club. Estaba allí por una empresa que se llama Masa. Me preguntó qué hacía en el barco. Le expliqué que era primer oficial en Máquinas. Cuando visitó la máquina y le expliqué lo que hacía me dijo “Pues tu a mi empresa le vendrías muy bien, mándame un currículum”. Pero se marchó y me olvidé de eso. Pili me lo recordó, me dijo: “por qué no se lo envías? Que alguna vez nos tendremos que quedar en tierra”.
Al final lo envié y para sorpresa mía me llamó para trabajar en la Nuclear.
¿Cómo fue eso?
Estábamos fondeados en Libia y recibí un telegrama de Pili, que estaba en casa, en el que me decía que tenía que ir a Barcelona para presentar al equipo a la dirección de la Central Nuclear de Ascó. Conseguí salir del barco. Me hicieron el favor y me dejaron marchar con la promesa de que iba a volver enseguida, de que iba a hacer una cosa particular y volver. Pero ya nunca volví.
¿Vinisteis a la aventura los dos?
Sí. Pili me acompañó a Barcelona a ver de qué se trataba. En principio no pensamos que fuese a ser para siempre. Íbamos a probar. Tenía yo entonces 29 o 30 años.
¿Dónde vivisteis primero?
Fuimos a vivir a Flix. Ese fue el trauma. Entonces la Nuclear estaba en construcción y había un montón de gente trabajando y las viviendas de alquiler estaban ya cogidas y era muy difícil encontrar alojamiento. Nos exigían vivir en la zona. En Flix estábamos en una casita vieja, en una calle vieja, sin agua caliente, en pleno invierno. Estuvimos en un tris de volver a navegar, yo en el barco tenía un super camarote con camarero para mí solo, que yo estaba de jefe. Te hacía el camarote, te llevaba la comida al camarote, te mantenía la nevera siempre llena, se ocupaba del tabaco… Y pasar de eso a meternos en aquel cuchitril en Flix fue bastante duro.
¿Cuándo cambiasteis?
Aguantamos porque el trabajo me gustaba y el salario no estaba mal. Dejarlo era darse por vencido. Pero el cuerpo me pedía mar y nos fuimos a vivir a Hospitalet. Allí soplaba mucho el viento, teníamos la sensación de que se movía el piso. Y nos mudamos de Hospitalet a Cambrils Mediterráneo. Aun así, aun vivimos en Mora porque entré en Fecsa. Y Fecsa nos obligó a vivir cerca de Ascó. La exigencia se relajó con el tiempo y compramos una casa en Vilafortuny.
¿Dejaste de navegar todos esos años?
Sí. Pasé mucho tiempo sin navegar. Se me iban los ojos detrás de los barcos. Ascó era muy absorbente. Y estaba lejos de todo. No te quedaba tiempo para nada. Sobre todo en mantenimiento. Sabes cuando empiezas, pero no cuando acabas. Cuando bajó mi dedicación al trabajo pude volver a navegar.
¿Te compraste un barco?
No. Me regalaron un barco de chatarra. Se llamaba Balancín. Un barco de casco de acero que se había quemado en Tarragona. Entonces lo limpié como una cáscara de nuez. Y lo volví a reconstruir. Lo arreglé en el taller de un amigo de Vinebre. Cuando había hecho lo más gordo, lo traje a casa. Allí lo terminé y lo echamos al agua, aquí, en el Club. Estuve de tránsito casi un año. Pero Pili se quedó embarazada de nuestro segundo hijo y me dio un ultimátum, “o el niño o el barco” y tuve que desprenderme del barco. Se lo regalé a mi hermano.
¿Cuándo volviste a la carga?
Dejé la Nuclear y me puse a trabajar para General Electrics en Plana del Vent. Allí ya tenía más tiempo. En 2013 me compré el barco. Lady Axpe. Le puse yo el nombre. Por mi madre y por mi barrio. Lo compré para poder navegar solo. Lo tuve en el Club y en 2015 me hice socio.
Una de las curiosidades de tu barco es que tiene tres timones. ¿Por qué?
Porque cuando hice las primeras maniobras con el barco, las viradas eran difíciles de hacer. Con dos timones la hélice te queda en el medio de los dos timones y cuando le das marcha adelante, los timones no funcionan. El barco necesita una cierta velocidad para que los timones tengan efecto. Entonces se me ocurrió hacer una prueba con un timón previo que hice. Le puse un timón en el centro justo detrás de la hélice y el efecto es mayúsculo, gira como una trompa. Además, puedo navegar con un solo timón si levanto los dos laterales, para reducir fricción. Lo construí yo mismo con madera de balsa.
¿Tu mujer y tus hijos no navegan?
No. Ella ya no se siente cómoda. Y mis hijos siempre tienen algo que hacer. No es fácil encontrar a alguien con quien salir a navegar cuando quieres. Al final, si te puedes arreglar solo, pues mejor. Y el tamaño de mi barco es el ideal para eso. Aunque con mi hijo pequeño sí salgo más cuando viene, ya que vive fuera. Tiene algo innato navegando. He aprendido de él las trasnochadas.
¿Navegas todo el año?
Sí. Últimamente menos porque siempre tengo algo que hacer. Hoy por ejemplo he estado a punto. Hace un día magnífico.
¿Por qué te gusta navegar?
A mí me gusta estar sobre todo solo en la mar. Y para estar solo en la mar tienes que salir en un barco. Me encanta. Tanto si el agua está perfecta, como si hay alguna pequeña dificultad climatológica.
Al poco de entrar como socio, empezaron las obras. ¿Qué te ha parecido el resultado?
El Club siempre me ha parecido bien y suficiente para mí. Lo que pasa es que los pantalanes de antes necesitaban reparaciones. Lógicamente había que hacerlo. Con el resultado estoy muy contento, satisfecho.
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