Entrevista a Jordi Carbonell: “Hay una lista de deberes con el barco que dura todo el año y que son responsabilidad del armador”.

Jordi Carbonell nació en Tortosa hace 58 años. Por las costas de las Terres de l’Ebre empezó su pasión por el mar. Se inició en la navegación con un kayak hace 30 años. Desde hace 5 es socio del Club Nàutic Cambrils, después de pasar por otros dos clubs. Asegura que aquí se va a quedar. Y aquí navega todo el año, cada día que puede.

¿De dónde viene tu amor por el mar?

Esto ya viene de lejos. A mi padre ya le gustaba ir de pesca. Tenía una pequeña embarcación y mis tíos también. En L’Ampolla y Sant Carles salía con ellos cada fin de semana. Cuando era joven iba con veleros de amigos y lo primero que me compré hace 30 años fue un kayak de 5 metros y medio, de aguas tranquilas.

Iba por el Delta del Ebro y también lo subía a la vaca que tenía en el Land Rover de entonces e iba a la Costa Brava, donde se pudiera remar que hubiera una bonita costa. Una de las excursiones más bonitas era salir de L’Ampolla y llegar a L’Ametlla por todas esas calas, era una maravilla.

¿Cómo llegas a Cambrils?

De pequeño había hecho algo de vela ligera pero empecé a navegar a vela hace prácticamente un cuarto de siglo, cuando vine a vivir a Cambrils. Me fui de Tortosa cuando empecé los estudios universitarios y no he vuelto a vivir allí. Estudié en Barcelona y me quedé a vivir porque trabajaba como conservador en el Museu Nacional d’Art de Catalunya y también era profesor en la Universidad de Barcelona.

La verdad es que no me gustaba vivir en Barcelona y cuando vi que había una plaza en Tarragona, huí. Soy profesor de la Universidad Rovira i Virgili de Historia del Arte Moderno y Contemporáneo. Primero viví un tiempo en Tarragona, pero prefería un lugar más tranquilo fuera de la ciudad y en Cambrils tengo muchos recuerdos de infancia. Mis abuelos eran muy aficionados a venir a comer a Cambrils y queda relativamente cerca de Tortosa.

Y entonces sigues navegando.

El tema del remo era algo absurdo aquí, porque la costa ésta es bastante monótona y mi mujer y yo decidimos pasarnos a la vela. Compramos un 470 hace 25 años. Tuvimos un Snipe también. Estos dos los teníamos en la Torre del Telégrafo. Luego un Láser. Y consideré tenerlo en el Club Nàutic Salou, de donde me hice socio y entrenaba. Pero me cansé de la vela ligera y me compré el primer barco. Un Beneteau de 27 pies (7 metros). Pero quería hacer crucero y al tiempo me salió la oportunidad de cambiar de barco. Uno de casi 10 metros, muy regatero, el Lamu.

¿Cómo pasas a ser socio del Reial Club Marítim de Barcelona?

Después de 5 años como socio de Salou, vuelvo a Barcelona por razones profesionales y personales, ya que mi mujer seguía trabajando allí. Llevamos el barco allí y estuvimos 8 años. Una gran diferencia entre ambos. El Club de Salou era muy familiar. Allí hice muchos amigos que todavía los tengo ahora. Salou tenía un ambiente fantástico, se celebraban muchas fiestas y actividades. También era yo más joven y receptivo. El de Barcelona ya le conocía porque había participado en varias regatas. Me habían gustado su solera, su ambiente, su historia. Cuando hablamos con mi mujer de volver a Barcelona yo, puse la condición de llevar el barco al Marítim. Estábamos comiendo en un restaurante y al terminar fuimos paseando hasta el Marítim, preguntamos si tenían amarres, cuánto costaba hacerse socio y ese mismo día, me hice socio.

La experiencia del Marítim es fantástica porque conocí a muchos navegantes, allí prácticamente todos son navegantes de vela, mucho navegante romántico, bastantes socios que han cruzado el Atlántico, y algunos en solitario, otros que han dado la vuelta al mundo. Había personajes del mundo de la mar muy conocidos. Me gustaba mucho que era interclasista. Es decir, que había gente que tenía muchos cuartos y gente que iba muy justa y también navegaba y eso no importaba. El prestigio en el Club era de las millas navegadas, más que la cartera.

Además, mi mujer entró en la Junta Directiva y yo estaba muy implicado en todas las actividades. Tengo un gran recuerdo.

¿Crees que es importante que la pareja comparta la afición por la navegación?

Absolutamente. Yo no me hubiera gastado el dineral que me he gastado en navegar si a mi mujer no le hubiera interesado, no soy tan bestia. Debe ser una decisión conjunta y compromiso conjunto. Ella es muy buena navegante. O navego solo o navego con ella, nunca llevamos gente en el barco. Estamos muy compenetrados navegando ella y yo. Nos gusta. Cuando hay mala mar, ella se pone en la caña, yo en la vela.

¿Por qué dejaste el RCMB?

Yo no podía aguantar más a Barcelona. En Barcelona lo teníamos muy bien montado porque tenemos el piso en la plaza del Pi e iba en bici en un momento en el barco. Pero con el turismo, la plaza del Pi se transformó en algo inhabitable.

Los años que estábamos en Barcelona pasábamos los veranos en Pollença, coincidíamos con la gente del Marítim. Pero por razones personales, teníamos que estar cerca de casa y los veranos de 2014 y 15 no pudimos ir a las islas. La solución fue dejar el barco en Cambrils y veranear en el piso de Cambrils. Pasamos muy buen verano. Como nos gustó repetimos y nos quedamos dos años como tránsito.

Admiraba este puerto porque es precioso, había venido a alguna regata. Decidimos dar el paso y hacernos socios. Mi trabajo flexible en Barcelona me permitió venir a vivir aquí. Cuando dejé a Marítim me dio pena pero también alegría, porque aquí estoy mucho más tranquilo.

Seguimos teniendo el piso de Barcelona porque mi esposa trabaja allí.

¿Estás contento con la decisión tomada?

Sí. Me gusta mucho el Club y me gusta mucho vivir en Cambrils. Es un lugar plácido, agradable, me encuentro fantástico, voy en bicicleta a todas partes. Tengo amigos de todo tipo en el Club y navego siempre que puedo. Lo siento cuando ha habido momentos de enfrentamientos. Sé que todos los clubs tienen problemas, pero deben superarse y con buena voluntad se hace.

¿Por qué recomendarías el Club Nàutic Cambrils?

Es un puerto fantástico. Los trabajadores tienen una atención exquisita. No tengo ninguna queja, al contrario. No existe el ambiente de navegantes del Marítim, pero lo compensa la tranquilidad. Mi pantalán es muy familiar.

¿Hay cosas que pueden mejorar?

Por supuesto. Entiendo que cuando eres socio de un club eres parte de esa entidad y parte responsable. Hay cosas que me preocupan. Una de ellas es la media de edad, que es culpa de la sociedad en la que vivimos. La edad es muy elevada y no existen nuevos socios. Esto se debe a la bajada de poder adquisitivo de las nuevas generaciones. Los hábitos cambian y la gente joven alquila, porque mantener un barco es caro y alquilarlo es caro. Mucha gente, a la hora de elegir, elige alquilar porque no tiene la responsabilidad de pagar un amarre y cuidar la embarcación, que es algo complicado y perseverante. Hay que cuidar todos los días, siempre tienen cosas. Hay una lista de deberes con el barco que dura todo el año y que son responsabilidad del armador.

Yo soy un defensor de la popularización de la náutica. De que los amarres sean baratos, que la gente haga vela ligera. Somos un país con un gran litoral, un mar muy bonito, tradición marinera y sin embargo no se vive mucho. Viven de cara adentro, vienen aquí y lo ven como el lugar donde termina la tierra, no donde empieza el mar.

¿Cuándo navegas?

Durante todo el año, cada semana, siempre que sea posible. Cuando no trabajo vengo y navego. No tener otras responsabilidades, como por ejemplo, no tener hijos, me lo permite. Si no fuera así, no tendría el barco. Se llama Spiçao. Significa divisoria de aguas. El mar es maravilloso, es un conjunto de sensaciones, es silencio, es soledad, una horizontal paisajística muy relajante. El mar está vivo y cada día te dice cosas distintas. Hay días que es una balsa de aceite y otros que te tumba. Es la hostia.

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