Xavier Blasi vive en Sant Martí Sarroca, en Barcelona, pero baja a menudo a Cambrils, donde tiene su embarcación, Illetes. Es un enamorado del mar y de la fotografía y de la unión de estas dos pasiones ha creado un proyecto profesional con el que tiene la suerte de ver el mar desde el aire. Defensor de la naturaleza, incide en la importancia de inculcar a los más pequeños el respeto por el mar y mantenerlo limpio.
¿Qué hace un barcelonés entre viñedos?
Soy de Barcelona, pero la ciudad me venía demasiado mayor y al final me fui al Alt Penedès hace casi 15 años. Tenía amigos y dije, aquí me quedo a vivir.
Y la afición por el mar, ¿de dónde viene?
Por dos vías. Una por mi padre y mi hermano, que eran instructores de submarinismo y de siempre íbamos a la Costa Brava, a partir de la primavera, cuando los fines de semana impartían clases en el Centro de Recuperación y de Investigaciones Submarinas.
Además, mis padres tienen casa de hace 50 años aquí en Llosa y el acceso al mar era inevitable.
El otro vínculo con el Club Nàutic Cambrils también nos viene de la mano de un histórico de aquí, de Pepe Delgado, amigo de la familia. Recuerdo ir de pequeño un par de veranos con él en Ibiza. Era fantástico, con su barco de vela, el Sirocco.
Entonces se hizo socio a tu padre. Y más tarde tú.
Sí, él en los años 90. Se compró un barco de 42 pies, con el que también habíamos ido a las Islas. Hace varios años me traspasó los derechos de socio. Entonces me compré una lancha de 6 metros, con la que me lo pasé bastante bien. Incluso fui con mi pareja a Cadaqués. Pero en el Cap de Begur nos pasó una ola por encima, literalmente. Fue un momento en que me quedó grabado, porque fue muy bestia, aunque no pasó nada grave. A partir de esa anécdota, me planteé comprar una embarcación con cabina, para no mojar nada si volvía a ocurrir. Y me compré un Beneteau de 9 metros al que bauticé Illetes, en honor a la playa de Illetes de Formentera, lugar que me encanta.
Has vivido la evolución de la remodelación del Club. ¿Qué piensas?
Ha habido una considerable mejora. No sólo desde la renovación, sino desde que conozco el Club en los años 80. Pero siempre hay margen por mejorar. La gestión del Club es complicada y siempre hay cosas que hacer. Supongo que los responsables están en ello. Comparando con otros Clubs que he visitado, el de Cambrils está muy bien. Tiene unas instalaciones bastante cómodas y modernas.
Ahora ves a muchos clubes desde las alturas. ¿Cómo ha sido ese cambio de profesión hacia el mundo de los drones?
Soy piloto de drones profesional desde hace un año. Yo vengo del mundo de la publicidad. He sido director creativo en una agencia de publicidad de Barcelona y hace un par de años que decidí realizar un cambio. El mundo de los drones es un mundo muy nuevo y con mucho futuro. Han venido para quedarse. Es una herramienta muy útil en muchos ámbitos. Con la empresa que he montado, especializada en la náutica, he combinado mi experiencia en el mundo de la publicidad, el amor al mar y mi afición a volar (he sido piloto de paramotor, de parapente, de ultraligero).
¿Sientes lo mismo cuando navegas que cuando fotografías el mar?
No. Cuando hago fotos o vídeos, hay un punto de tensión. Estás con un artefacto volante y debes estar muy concentrado, debes estar atento al trabajo.
A la hora de navegar es justo al revés. Lo que me gusta es desconectar, el relax, la tranquilidad, estás en otro mundo. Tú sabes que desconectas. En la ciudad hay interacciones y en el mar desaparecen. Aunque el mar esté movido. Es cómo recargar energía.
¿Sales mucho a navegar?
Salía. Ahora salgo menos porque he vuelto a ser padre hace unos meses y resulta complicada la organización de la logística familiar. Los niños son muy pequeños. Ya lo intento, ¡eh! El mayor tiene cuatro años y le gusta, pero la situación no me permite salir con la frecuencia que quisiera. A la que puedo, me escapo, como estos días que estamos en anticiclón y el mar está en calma. Aunque sea para mover el barco, que debe moverse siempre que sea posible.
¿Sales solo?
Muchas veces sí. O con un amigo que se puede escapar. O en verano con familia. Sobre todo me gusta poder inculcar a mis hijos el respeto y cuidado por el mar.
Debería haber una obsesión enfermiza a la hora de cuidar el mar, de no echar los cigarros al agua, de recoger plásticos, que no caiga nada en el mar, no fondear la poca posidonia que queda en la zona. No debería decirse, debería ser de sentido común. Pero se dan las circunstancias que en esto se tiene incidir con mucha fuerza. Creo que la mayoría de navegantes lo tienen asumido, pero a lo largo de los años he visto cómo se ha ido incrementando la cantidad de suciedad que existe. Es lamentable y horroroso y el respeto por el mar y la necesidad de cuidar el entorno es algo que quiero inculcar a mis hijos.
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