Carlos Sáez es de Tarragona, tiene 47 años y lleva el mar en la sangre. Según su madre, se puso de pie por primera vez en el barco de su padre. Fue regatista y siempre amante de la navegación, pasión que ahora comparte con sus tres hijos, de 14, 12 y 10 años, los cuales están en el equipo de Optimist del CNCB.
Antes de caminar, ya navegabas.
Sí. Todo empezó con mi padre. Mi madre siempre me dice que la primera vez que me sostuve de pie fue en el guardamancebo del barco, que me cogí y me puse ahí de pie. Mis hijos son la tercera generación de navegantes de la familia. Me ataban con un arnés porque era tremendo…
¿Veníais al Club Nàutic Cambrils?
Sí porque pasábamos los veranos con el barco aquí. Mi padre tenía el barco en Tarragona, pero en vacaciones lo traía aquí y nos quedábamos todo el verano. Yo soy el tercero de cuatro hermanos. Él se iba a trabajar y volvía, y nosotros estábamos con mi madre durante el día. Guardo un gran recuerdo. Eran unos veranos increíbles. Nos pasábamos el día con las bicicletas por aquí. Nos juntábamos unos cuantos chavales. Cogíamos los chinchorros e íbamos de barco en barco a jugar al parchís al barco de uno o al escondite al barco de otro.
¿Por aquella época ya hacías vela?
Sí, empecé a navegar en Optimist a los 7 años en Tarragona. Mis hermanas mayores también navegaban, ellas en vaurien. Luego salté yo al vaurien. Regateé muchísimo, me lo pasé muy bien, fueron unos años muy divertidos e hice muchos amigos con los cuales aún mantengo relación.
¿Cuándo te compraste el primer barco?
A los 18 años el vaurien con mis primeros ahorros. Mi padre en casa siempre decía que al cumplir los 18 años había que sacarse el carnet de conducir y el título de monitor de vela. Así que mientras estudiaba en la Universidad daba clases de vela en Torredembarra los fines de semana.
¿Qué estudiaste?
Hice la diplomatura de turismo y luego un Máster en Administración de Empresas. Pero no me he dedicado a ello. Mi primer trabajo fue en una agencia de viajes, era un chaval y aprendí mucho, pero cambié radicalmente de sector, a los recursos humanos. Cosas de la vida, acabé siendo director territorial de una mutua de trabajo de Cataluña, Aragón y Baleares para más tarde fundar mi propia empresa, junto a mi mujer.
¿Ella también navega?
Sí, la introduje yo en este mundo. Aunque cinco días antes de conocerla, había vendido el vaurien. Para entonces dejé las competiciones, me apetecía navegar de otra forma, más tranquilo, de paseo. Lo empecé a disfrutar así. Iba en crucero con barcos de amigos.
Luego me casé, tuvimos a nuestra hija Carlota y dos años más tarde a Néstor y compré un Ro260, de 7,5 metros de eslora. Lo teníamos en Torredembarra porque vivimos en Tamarit. Pero mi mujer se quedó embarazada de Álvaro y decidimos aparcar el barco por un tiempo, muy a mi pesar. Lo vendimos y jugábamos al golf. Aunque cuando llegaba el verano alquilábamos un barco. Cuando Álvaro tenía dos años yo ya no aguantaba más mis ganas de navegar y me compré un F18, un catamarán muy divertido. Allí ya introduje a mis hijos y vi que les gustaba. En casa, como familia, siempre hemos tenido muy claro que cuando llega el fin de semana es importante tener una afición que podamos compartir todos. Yo quería que navegaran en Optimist y cuando Álvaro, el peque, tuvo siete años, empezaron los tres en Torredembarra.
Finalmente llegó vuestro actual barco.
Vendí el catamarán y me compré un Oceanis 41, de 12 metros de eslora, al que puse Dubhe, en recuerdo a uno de los barcos de mi padre. Fue el volver a poder salir a navegar todos. Por circunstancias de la vida cambiaron al equipo de Optimist de Tarragona con Jan Urquizu como entrenador. Fue un invierno complicado, el que menos navegué, porque ellos estaban en Tarragona y el barco en Torredembarra.
¿Cómo acabáis en Cambrils?
El año pasado Jan vino aquí, a Cambrils, como entrenador y se nos abrió el mundo. Cambrils me hacía una ilusión increíble y yo tenía claro que quería acabar aquí porque es el mejor club. Como padre siempre quieres darles la oportunidad a tus hijos de que estén en las mejores condiciones. Quiero remarcar que aquí tienen un equipo de entrenadores excepcional. Mi hijo Néstor siempre me dice que estamos en el Barça de los náuticos.
Al tomar la decisión de cambiarles de club también movimos el barco y me hice socio hace medio año. Estamos encantados, estoy super contento, es una maravilla. Cuando llega el verano nos vamos con el barco por la costa y a las islas. Hemos estado en muchos náuticos y te puedo decir que el de Cambrils está en la primera línea de los clubes en los que hemos estado. El club da un salto cualitativo a nivel de instalaciones, todas muy cuidadas, de la profesionalidad de todo el personal que estáis aquí, la atención, el servicio, el trato… Es un club que está integrado en el pueblo y esto rara vez lo ves. Tienes una oferta comercial y de restauración inmensa. Y además bonito. Estamos de lujo y además los niños navegando aquí, que van y vuelven solos al barco cuando están en la pretemporada en verano.
¿Se han integrado bien al equipo de Optimist?
La acogida ha sido muy buena desde el primer momento. Hay un grupo de chavales excepcional y han hecho muy buenos amigos. Se nota que hay muy buen trabajo de fondo de los entrenadores. Por otra parte, siempre digo que las regatas empiezan el viernes por la tarde cuando quedan. Hay regatas a las cuales los acompañamos porque nos gusta y a ellos les hace ilusión, pero a otras, no. Intentamos dejarles distancia para que se responsabilicen, para que cojan autonomía, aprendan a moverse solos, que no estén papá y mamá ahí para preparárselo todo. Creo que es bueno para ellos y para nosotros como pareja, para descansar e irnos a cenar tranquilos (ríe).
¿Y su futuro en la vela?
El que ellos quieran. Su futuro en la vela dependerá de su ambición y retos que se marquen. Les entusiasma. Practicamos un deporte y lo hacemos todos. La vela no es como el futbol, que acabas el partido y te vas a casa. Es un poco una forma de vivir, en la que estás pendiente del tiempo constantemente, en casa las conversaciones giran en torno a la vela. Gracias a esto tenemos un nexo de conexión con nuestros hijos. Yo de qué voy a hablar con ellos, ¿del Tik Tok? Nos sirve para conectarnos todos.
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