Entrevista a Josep Pedrell: “El Club Nàutic era una necesidad. Venía gente con remolques y embarcaciones y tenían que ponerse en la playa y era un problema”.

Josep Pedrell tiene 84 años y hace 57 fue uno de los socios fundadores del Club Nàutic Cambrils. Él es el socio número 4 y el más antiguo de los 427 socios que actualmente forman parte del CNCB. Los primeros pasos del Club fueron toda una aventura, pero Josep Pedrell y sus compañeros tenían claro que Cambrils necesitaba un Club Náutico y que la entidad sería un revulsivo para el municipio. Hoy conversamos con uno de los protagonistas esenciales de la historia del CNCB, miembro de un grupo de hombres con una visión clara de futuro, acompañada de su pasión por el mar.

¿Cómo empezó todo?

Aquí hubo varias personas. Antes de cuajar, hubo otros que lo intentaron, pero no lo consiguieron. Esto se ató cuando el señor Sullà contactó conmigo, con mi hermano Joan y mi primo Rodolfo, que éramos restauradores. Conocía al señor Talayero, que se entregó mucho, valía y le hacía ilusión.

Nosotros habíamos creado el Centro de Iniciativas y Turismo, éramos un equipo de una veintena de personas. A todos nos entusiasmó la idea de un Club Náutico y éstos aportamos 25 mil pesetas cada uno y fuimos los primeros socios. Hicimos una pasarela con bloques de hormigón que había en la riera, una casita desmontable de obras y un toldo, que justo habíamos cambiado del restaurante. Esto fue el inicio. Construimos unas vías de tren que fuimos clavando una a una en las rocas. Un trabajo meritorio. Y entonces pusimos la pasarela.

¿Por qué tenía claro que Cambrils tenía que tener un Club Náutico?

Era una necesidad. Venía gente con remolques y embarcaciones y tenían que ponerse en la playa y era un problema. Hicimos una rampa y un pequeño espigón que cerraba un poco esto.

El Señor Talayero aportó unas ideas muy novedosas. Métodos que traía de Venezuela, donde tenía negocios. Hizo algo que no nos imaginábamos. Hizo como una piscina y la vació y en ella entraban los camiones que estaban día y noche. Y con menos dinero pudimos construir dos espigones que cerraban el Club más fácilmente.

Finalmente en 1964 se fundaba el Club Nàutic Cambrils.

Sí. Gracias a la amistad de mi hermano Joan con la hija del Ministro de la Marina, el almirante de la armada don Pedro Nieto Antúnez, se aceleró el proceso de fundación del Club. Un amigo nuestro, Miquel Planàs, hizo el primer diseño del escudo.

¿De dónde le viene la pasión por la náutica?

De pequeño estaba todo el día en el agua. Con el abuelo teníamos un bote de remo y salíamos a calar palangrones y asas. Éste es mi primer contacto con mar abierto.

Luego compramos un Snipe, un velero usado. Mi padre y el Bessó sólo salían el día que hacía mistral y cada vez que salían rompían el palo. Pero les gustaba la emoción, chalaban con esto.

Gracias a un cliente del restaurante que tenía una lancha en el lago de Banyoles, fui a hacer esquí náutico. Si sabes esquiar en la nieve, esquiarás enseguida, me dijo. Y así fue. Aquí no había lanchas. Fui a Banyoles en invierno. Almorcé temblando porque no podía quitarme el frío de encima, pero esquié y me gustó.

Y finalmente me compré un barco.

Tardó en tenerlo.

Sí. El restaurante de mi familia era Casa Gatell, pero mi mujer y yo montamos el restaurante Eugenia en 1971. Empezamos de cero, tuve que endeudarme mucho. Tenía amarre, pero sin embarcación. Y en 1978, cuando me recuperé económicamente, me compré el barco, el Fal·lera, un crucero de 10 metros.

Disfrutó muchos años del Fal·lera.

¡Por supuesto! Salía con la señora. A veces a algún amigo que invitábamos. Navegábamos por ahí delante. Lo más lejos que hicimos era la Ametlla de Mar, porque no teníamos tiempo, con el restaurante.

¡Es tan bonito un barco de vela! Es una de las cosas más bonitas que existen. Y el horizonte. Con el snipe ya habíamos aprendido a navegar. A mi mujer le gusta navegar, ¡y eso que es de la Vila!

Fui alcalde de 1991 a 1995. Y ese año vendimos el Eugenia. Llegó un momento en que el barco era demasiado trabajo para nosotros. Y nos compramos una lancha, que es más cómoda. Se llama Solejada. Después de tantos años sin salir con el Fal·lera, se lo regalé a un sobrino mío el año pasado.

¿Sigue navegando?

Sí, pero sólo salimos en verano. Salimos un rato, vamos hasta la Cova del Llop Marí, hasta el Cap Salou, nos bañamos, tomamos el sol. Así se hace el día más agradable.

¿Qué sensación tiene del Club Nàutic Cambrils actualmente?

Muy buena. Creo que llevamos una buena velocidad de crucero. Vamos bien. Hemos tenido suerte de que hemos encontrado a gente emprendedora. Porque, por supuesto, si no hay relieve, no avanza la cosa. Han venido personas capaces y con ganas de hacerlo. Siempre he ido a favor de quienes han estado al frente. De hecho, yo fui miembro de la Junta en los primeros 15 años, pero era muy diferente, algo de no tanta envergadura. En los primeros años las Juntas Directivas se celebraban en Cal Rodolfo. Estaba muy implicado mi hermano Rodolfo. Perdió muchos ratos con esto.

Con las obras de renovación hemos dado un gran paso. No era fácil esto. Cuando empezamos no imaginábamos que podíamos llegar a conseguir lo que ahora tenemos.

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