Entrevista a Lluís Bosch: “Creo que tengo un gen marinero. Siempre he querido navegar.”

Lluís Bosch nació en Barcelona, hace 68 años. Y lleva 45 socio del Club Nàutic Cambrils. Soñaba con navegar desde pequeño y lo ha conseguido. Disfruta del mar desde hace 60 años y tiene pensado hacerlo muchos más.

¿Cuándo tuvo su primer contacto con Cambrils?

A los 6 años. Vinimos invitados a una calçotada ya mis padres les gustó Cambrils. En esa época se estaba urbanizando la zona Tarraco, al final de Cambrils. Compraron un terreno y se construyeron una casa. Así fue como empezamos a veranear aquí. También conocimos a Pepe Delgado, que era vecino, y socio y comodoro del Club Nàutic Cambrils. Le habló del Club a mi padre y se hizo socio, aunque no tenía embarcación, pero vio futuro en el Club. Tenía el número 50.

Y a navegar, ¿cuándo empezó?

A los 8 años. Pepe Delgado tenía un 420 y nos llevaba a navegar a mí ya mi hermana, Mercè. Ella, años más tarde se casó con Jordi Bassedas, a quien conoció en el Club. Él, en época Talayero, en 1979, creó la Escuela de Vela y mi hermana era monitora.

¿También hacía regatas?

Sí, las de Salou, pero teníamos que espabilarnos solos. Si queríamos competir, teníamos que coger el 420 y navegar hasta Salou porque no teníamos remolque. Y después volver. Era otra historia. Cuesta imaginar, no tiene nada que ver con ahora. Teníamos unos 12 años. La primera vez que se dio una subvención fue en época Talayero y de 5.000 pesetas. Y fue porque competimos en el Princesa Sofía en Mallorca en crucero.

Pronto se pasó al crucero.

Sí. Pepe Delgado se compró un Sirocco. Siendo yo un crio se me llevaba de regatas a Barcelona.

¿Cómo llegó la primera embarcación?

Mi padre era un tío muy especial. Tenía yo unos 15 años y a mi padre le diagnostican un cáncer de tiroides y en esa época le dicen que le queda poca vida. Pero él, cuando nos lo comunicó, dijo “No creo que me muera de eso, y como estoy bastante seguro, haremos una cosa. Si todo va como yo pienso, y todo sale bien, os compraré un barco”. Imagínate, nosotros acojonados. Y efectivamente, nos la tuvo que comprar porque resultó que el cáncer estaba mal diagnosticado. No murió hasta los 80 años.

Hacía poco que había abierto la empresa Plàcton. Tenían un Puma 23 y nos preguntó, “¿Os gusta éste?”. A mí me pareció que era fabuloso y nos lo compró. Tenía 7 metros. Con esto hacíamos regatas.

Hubo un año en que el sr. Salvadó, de la empresa Plàcton, montaba stand en el Salón Náutico de Barcelona. Necesitaba gente que les ayudara y me lo propusieron. Fui a trabajar con el Bassedas. Allí llegó una embarcación y me enamoré de ella. Era un Bianca 26 y logré que mi padre la comprara. Vendimos la otra. Con ésta hicimos muchísimas regatas. Formamos a un equipo con navegantes, Joan Domenech i Lluís Olivan, de Tarragona. Llegamos a ganar un Conde Godó de Barcelona. Nos íbamos repartiendo los trofeos porque ganábamos muchas regatas.

¿Qué carrera estudió?

Medicina. Soy médico del trabajo. Me jubilé el pasado julio. Mientras estudiaba la carrera sólo vendía los veranos.

¿A su mujer también le gusta navegar?

Cuando la conocí no sabía nada del agua. Ella es de Barcelona y nos conocimos trabajando. Ella es técnica de radiología. Al poco de salir le dije, “¿Qué te parece si vamos navegando en Ibiza?”.

¿Y qué le pareció la experiencia?

Esto es para reír. Cuando estábamos de travesía se rompió un desagüe de la embarcación. Íbamos navegando de noche y durmiendo con el piloto automático. De repente me despierta y me dice “Lluís, ¿qué es normal esto?”. El agua nos llegaba a la rodilla. Se estrenó así. Evidentemente no llegamos a Ibiza. Cambiamos el rumbo hacia Mallorca, sacando agua hasta que no encontré el tubo que se había roto. Y todo esto diciéndole a ella: “Tú quédate fuera y ve dándole a la bomba”, que era manual. Llevábamos muy poco juntos. Y ella siempre explica que iba manchando el agua y pensaba “Esto ha acabado aquí, es el final, no necesito más”. La de miles de millas que ha realizado después.

¿Cuál ha sido su destino más lejano?

Las Eólicas o la costa marroquí. Más allá, difícil, teniendo sólo un mes de vacaciones en verano.

¿Viajan solos?

Sí. Pero también hemos llevado a niños de la familia y de amigos. No tenemos hijos nosotros.

Su embarcación actual se llama Anakis. ¿Por qué?

Por Ana y Kisu. Ana es mi esposa. Kisu era nuestro anterior perro. No le gustaba nada navegar, pero venía siempre a bordo. Cuando murió y nos planteamos tener otro perro, busqué cuál era el mejor para navegar y compré un perro de agua al que bautizamos Skipper. Él sí disfruta cuando salimos, aunque ahora tiene ya catorce años y se nota la edad.

Conoce el Club Nàutic Cambrils desde sus inicios. ¿Cómo ha cambiado?

La evolución del barrio del puerto ha ido ligada a la evolución del Club. Se hizo para proteger a la localidad, que era una localidad de pescadores y que cuando había un temporal de levante o mediodía, casi se llevaba el pueblo. Y lograron que se hiciera el puerto. La fachada marítima es lo que es por la evolución del náutico.

¿Por qué le gusta navegar?

No sé. Creo que tengo un gen marinero. Siempre he querido navegar. Yo soñaba con navegar, de pequeño. Antes de haber navegado. Me salía de dentro. Había un vecino de la urbanización de aquí, al que su padre le había comprado un Optimist. Lo cogíamos y nos íbamos a pasar el día a Salou. Nos bañábamos y volvíamos. Hacíamos lo que hiciera falta. Sin decirlo en casa, evidentemente.

¿Por qué recomendaría el Club Nàutic Cambrils?

Primero porque es un club, no una marina. Segundo, el sitio, donde estamos situados. Somos privilegiados. Es un puerto seguro. Aquí puedes entrar con un levante de noche y entras seguro. Intenta hacerlo en cualquier portito de Barcelona. Terminas en la playa. Y que tenemos Mallorca a 90 millas.

¿Estamos en un buen momento?

No es mal momento. Creo que todavía arrastramos restos de la época de los votos de censura. Sin embargo, las épocas son cíclicas. He estado en todas las juntas directivas desde el Talayero, ya que creo que, si quieres entender y quieres tener derecho a opinar, debes participar. Opinar y criticar a juntas directivas que están abiertas, que, si tienes dudas, puedes entrar, no lo veo correcto. Lo que no quiere decir que te canses. Es razonable que le dediques una temporada y luego lo dejes. He encadenado juntas, implicado por muchas razones.