Entrevista a Pedro Javier Pérez Uriz: “Soy velerista de tranquilidad, no soy velerista de pelea.”

Pedro Javier Pérez Uriz vive en Ablitas, Navarra, pero se escapa a Cambrils mínimo una semana al mes. Su contacto con el mar empezó tarde, pero una vez probado, se enganchó. Acaba de cumplir 20 años como socio del Club Nàutic Cambrils y asegura que disfruta de la brisa en su barco.

Hasta los 20 años no tuvo prácticamente contacto con el mar.

Exacto. Nací hace 75 años en Caparrosa, Navarra, cerca de Tudela. Mi familia son bardeneros, aquellos que vienen del desierto de las Bardenas Reales. Así que somos de secano. Pero cuando yo tenía 20 años mis padres se fueron a vivir a San Sebastián, por temas de salud de mis padres y porque allí también tenían familia.

¿A qué se ha dedicado profesionalmente?

Estudié filosofía y letras en Bilbao y me saqué las oposiciones de Magisterio. Pero me fui a trabajar a un colegio privado, en el Valle de Batán, al norte de Navarra. A los 40 años me pedí una excedencia y monté una empresa de sistemas contra incendios en Francia. Era importador. Empecé con el tema de tecnología punta en Bomberos, que en aquel momento estaba muy retrasado. También hacíamos formación.  

¡Menudo cambio de vida!

Total.

¿Cuál fue su primera inclusión con la náutica?

Con mi primera mujer y mis hijas íbamos a las Landas, en Francia, a veranear. Empecé surfeando. Tenía unos 38 años y me encantaba el deporte. A los pocos años me compré un raquero. Navegaba en un lago cerca de Burdeos.

¿Cómo dio con Cambrils?

Ya una vez divorciado, vine a Salou con algunos amigos y me gustó la zona. Quería comprarme un barco y cuando me decidí, en 2004, recorrí todo Cataluña. De todos los puertos que vi, el que más me gustó fue Cambrils.

¿Qué barco compró?

Un Beneteau de 10 metros. Lo bauticé Valjean. Que es el protagonista de la novela de Víctor Hugo, Los Miserables. Hace dos años lo cambié por otro, de 12 metros, que se llama Valjean 2.

Le vemos muy a menudo por el Club con su mujer.

Sí, por suerte a ella le encanta también navegar. Además, es una nadadora nata. Antes de jubilarse ella, veníamos un fin de semana al mes. Ahora pasamos una semana y salimos con el barco todo lo que podemos, siempre que el tiempo lo permite.

¿Dónde conoció a su mujer?

En la exposición de un amigo mío de Suecia, artista, que expuso su obra en Zaragoza. Allí estaba mi mujer, que es maña. Era el año 2007. Hasta 2015 no me casé. Tienes que estar muy seguro de que estás bien a todas horas, pero ella es la horma de mi zapato.

¿Qué le aporta la náutica?

Sobre todo, cuando tenía la empresa, saliendo a navegar dejaba los problemas en tierra. No me gustan los barcos de motor, me encanta salir y coger el viento. Me gusta la brisa. Soy velerista de tranquilidad, no soy velerista de pelea. Navegar es una maravilla, es apasionante.

¿Ha hecho amistades en el Club?

Muchas. Estamos encantados. Tenemos un círculo de amistades muy amplio y bueno.

¿Cómo valora la evolución del Club en estos 20 años que lleva de socio?

A mejor. Cada vez es más social y familiar. Creo que la Junta Directiva se esmera mucho, me gusta la gestión económica que se está haciendo. Las obras de remodelación creo que se han hecho muy bien. Lo que no entiendo es a aquellos que buscan las tres patas al gato. Aunque considero que en general ha ganado la convivencia.

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